Cómo influye el idioma en nuestras emociones
El psicólogo Robert Plutchik identifica ocho emociones primarias: ira, temor, tristeza, asco, sorpresa, aceptación, esperanza y alegría. Esos son los cimientos de la «rueda de las emociones» (también conocida como «rueda de Plutchik») usada habitualmente por los terapeutas para desarrollar la inteligencia emocional, y muchos de nosotros contamos con una comprensión sólida de cuáles son esas emociones. Las conocemos porque las experimentamos como sensaciones físicas en nuestros cuerpos, normalmente como resultado de algo que estamos viviendo. Lo que diferencia a una emoción de un «estado de ánimo» o de una «sensación» es, según la Asociación Americana de Psicológica, ese «compromiso explícito o implícito con el mundo». Definen una emoción como «un patrón completo en el que intervienen elementos experienciales, conductuales y fisiológicos». Las emociones surgen en reacción a algo, pero los estudios sobre las mismas han descubierto que el mismo acto de identificar y definir aspectos de las emociones tiene su propio impacto en nuestro espacio emocional.
Llámeme por mi nombre: etiquetado emocional
Codificar las sensaciones y emociones a través del lenguaje se denomina «etiquetado emocional», y es lo que hacemos en las sesiones de terapia y asesoramiento para darle sentido a la manera en la que estamos respondiendo emocionalmente frente a lo que nos ocurre. Es común que hablar de las emociones les mine fuerza; pasamos a reconocer y a legitimar la emociones que nos suponen un reto y podemos superarlas con más facilidad y autocompasión. Anotarlas en un diario, una carta o un espacio online podría tener el mismo efecto. Los últimos estudios sobre este fenómeno han descubierto que procesar las emociones negativas a nivel lingüístico es menos estimulante para la amígdala que hacerlo a nivel perceptual. La amígdala es una parte del cerebro extremadamente sensible frente a las amenazas o peligros, y es responsable de la activación de la respuesta de lucha o huida. Los psicólogos no tienen claro el por qué de ese hecho, pero lo están explorando como prueba de que el etiquetado emocional interrumpe nuestra reacción fisiológica frente a un estímulo emocional con un efecto «de amortiguación» que contribuye a una mayor resiliencia y una mejor salud mental.
Las palabras tienen poder
Otra manera en que el lenguaje influye en cómo nos sentimos yace en las palabras que usamos en nuestro día a día. Cuando nuestra conversación interna es positiva, sentimos más emociones positivas. Es por eso por lo que el ejercicio de afirmaciones puede llegar a ser tan poderoso; porque nuestra conversación interna se integra en nuestro cerebro hasta convertirse en creencias muy arraigadas. El subconsciente no es capaz de discernir cuándo estamos siendo sarcásticos o nos estamos despreciando con ironía, y también presta atención cuando hablamos con otras personas. Tome por ejemplo la palabra «lo siento». Pedir disculpas en exceso puede afectar a nuestra autoimagen y tener un efecto negativo en nuestro bienestar emocional. El lenguaje es la clave en cómo se conceptualiza el mundo en nuestro cerebro, y también crea y nos ayuda a definir morales binarios como «bueno» y «malo». Todo se consolida a través de las historias que nos contamos a nosotros mismos y entre nosotros, y el lenguaje es la base de la narración de historias.
¿Pero qué es un nombre?
Pero las emociones se presentan en todo un especto y no son mutuamente exclusivas. Cuando experimentamos «sentimientos encontrados» respecto a algo, normalmente nos referimos a una mezcla confusa de emociones distintas, por ejemplo dicha y tristeza sentidas al mismo tiempo. Para añadir más matices al lenguaje, las distintas culturas poseen toda una variedad de palabras para las emociones que no existen como conceptos en otros idiomas. La palabra «Hygge», por ejemplo, se usa en Dinamarca y Noruega para expresar una emoción asociada con la comodidad y la satisfacción dentro de un contexto específico. Cuando hygge se hizo popular más allá de esos países en la segunda mitad de la década de 2010, se vuelvo algo inspirador y, para mucha gente, adoptó la misma connotación que el concepto de felicidad (o como mínimo significaba «transmitir una buena sensación». Hygge presentaba una idea alternativa de la felicidad: no como algo agresivamente positivo y eternamente estático, sino algo más suave y más, en fin, «hyggelido». Poseer el lenguaje para articular una emoción que de otro modo no lograríamos concretar puede aumentar nuestra inteligencia emocional y darnos más textura vital con la que interactuar.
Amplíe su vocabulario emocional
A continuación hay algunos conceptos emocionales de distintas culturas de todo el mundo que no tienen una traducción directa:
- Schadenfreude (alemán): Experimentar dicha o placer ante la desfortuna de otro.
- Han (coreano): Una angustia colectiva caracterizada por el resentimiento, la amargura y un ansia de venganza, pero también por la esperanza de resistir.
- Kilig (tagalo): El cosquilleo de entusiasmo asociado con el romance.
- Jijivisha (hindi): El deseo de vivir una vida larga e indomable.
- Tarab (árabe): Un estado de éxtasis o hipnótico provocado por la música.
- Jamani (swahili): Aunque la expresión puede traducirse como «¡Vaya!», es una exclamación usada para expresar desde una sorpresa inmensa hasta una profunda empatía, por lo que puede usarse para enfatizar lo mucho que una persona se siente conectada con lo que dice otra.
- Wabi-Sabi (japonés): El arte de aceptar y encontrar belleza en lo efímero y en la imperfección.
- Saudade (portugués): La sensación de añoranza, melancolía, anhelo o nostalgia hacia alguien o algo que ama y que o bien está ausente y nunca volverá, que nunca ha poseído, o jamás ha existido.
- Yuánfèn or 缘分 (mandarín): La coincidencia destinada que une a dos personas, como una fuerza de unión invisible que conecta a la gente predestinada a encontrarse.
- Commuovere (italiano): Sentir algo en lo más profundo de uno mismo, donde algo (normalmente algún tipo de historia) logra llevar a uno al llanto.
- Loskop (afrikáans): Cuando alguien está siendo o se siente excepcionalmente olvidadizo y ausente; significa literalmente «cabeza suelta».
- Razbliuto (ruso): La sensación sentimental y tierna pero ligeramente vacía o ausente que siente por alguien a quien amó alguna vez, pero que ya no se ama.
Dejando de lado cómo elijamos expresar nuestras emocionales, aun con lo maravilloso que resulta encontrar maneras nuevas de compartir con otros lo que sentimos, el hecho de expresarlas puede ser una parte fundamental en el desarrollo de nuestra inteligencia emocional. Usar el lenguaje para ayudarnos a procesar nuestras emociones y comprendernos mejor a nosotros mismos (y los unos a los otros) puede ayudarnos a enfatizar con los demás, apaciguar los conflictos, superar retos internos y externos, y ser un apoyo para nuestra salud mental y bienestar.
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