La mayoría de nosotros ha escuchado el viejo refrán: "Somos lo que comemos". Implica que es importante que comamos alimentos buenos y nutritivos para tener un cuerpo físicamente sano. Pero también tiene un aspecto mental, con múltiples significados. Por un lado, los alimentos que consumimos no sólo nutren nuestros músculos, nuestras articulaciones y nuestra piel: También pueden afectar a nuestro estado de ánimo y a nuestras emociones, siendo a veces incluso un factor clave de nuestro estado psicológico. También hay que tener en cuenta nuestra relación con la comida: La forma en que elegimos nuestras comidas, junto con la frecuencia con la que las tomamos, la cantidad que comemos y el motivo por el que buscamos esas cosas en particular en determinados momentos suele estar estrechamente relacionado con nuestro estado mental tanto como con nuestra necesidad física de saciar el hambre.
De hecho, la conexión entre nuestro estómago y nuestra mente es tan poderosa que muchas personas incluso se refieren al tubo intestinal como un "segundo cerebro", siendo el intestino tan capaz de enviar señales al cerebro como el cerebro de enviar señales al intestino.
Nuestra nutrición también puede afectar a nuestro rendimiento mental, ya que ciertos alimentos y bebidas pueden mejorar nuestras capacidades cognitivas y otros las perjudican.
La importancia de una dieta equilibrada es tan importante como la de una mente equilibrada, y parece que ambas están más relacionadas de lo que muchos piensan.
¿Ha oído alguna vez el término "instinto visceral", o la frase "confía en su instinto"? Algunos lo llaman "sexto sentido" y otros "corazonada". Sea cual sea la expresión que elija, es esa sensación que tiene cuando sabe algo. Cuando algún tipo de impulso en lo más profundo de sus entrañas le dice que no necesita pensar más en algo, o meditar su opinión, casi puede sentirlo tirando de él, como una especie de fuerza invisible que guía su intuición.
La alimentación desordenada se presenta de muchas formas. Se trata de un espectro de comportamientos que pueden clasificarse en términos generales en comer en exceso, no comer y comer compulsivamente. Pero cualquier persona que tenga una relación complicada con la comida que implique culpa, vergüenza, miedo, dietas de choque, comer emocionalmente o saltarse las comidas, padece un trastorno alimentario. Es una aflicción difícil porque necesitamos comer todos los días para sobrevivir, y necesitamos comer bien para prosperar. Pero incluso la idea de "comer bien" se ha convertido en un tema tan complicado que la presión por hacerlo bien puede acabar perpetuando los ciclos de alimentación desordenada. Veamos por qué a muchos de nosotros nos resulta tan difícil navegar por nuestra relación con la comida.
Las hormonas son los mensajeros químicos en el cuerpo. Tienen un efecto generalizado tanto en nuestra fisiología como en nuestra psicología. Las hormonas generalmente son estimuladas por el cerebro y luego secretadas en el torrente sanguíneo por el sistema endocrino, una red de glándulas y órganos en el cuerpo. Si bien la producción de estos químicos depende en gran medida de su composición genética, sus elecciones de estilo de vida, como lo que come, la frecuencia con la que hace ejercicio y cuánto cuida su salud mental, también pueden afectar la forma en que su cuerpo secreta hormonas. La cantidad de cada tipo de hormona puede influir drásticamente en su vida de muchas maneras, ya sea que lo haga más saludable o no. Las hormonas son necesarias para el funcionamiento a largo plazo del cuerpo, y comprender su papel es esencial para saber cómo funciona tu cuerpo.
No importa de dónde seamos o a qué nos dediquemos, una de las preguntas que nos hacen -o hacemos a los demás- con más frecuencia es "¿Qué quiere comer?". Y en los tiempos que corren, muchos de nosotros estamos inundados de opciones que pueden dejarnos con la parálisis de la elección, ya sea pasando demasiado tiempo desplazándose por una aplicación de comida, hasta hojear las páginas de un enorme menú de restaurante, o navegando por cientos de recetas online mientras averiguamos qué cocinar para la cena. No es una pregunta fácil de responder, y puede ser aún más difícil cuando se tiene en cuenta no sólo el presupuesto y la cintura, sino también ¿cómo los alimentos que se consumen pueden afectar a la salud mental y emocional? ¿Cómo afecta la nutrición al rendimiento mental? ¿Cuál es la conexión mente-intestino? ¿Puede el consumo de ciertos alimentos hacernos más felices y funcionan realmente los "alimentos afrodisíacos"? ¿Cuál es la mejor dieta? ¿Qué es la psiquiatría nutricional? Son innumerables las preguntas que podríamos hacernos en torno a la alimentación y nuestra salud mental, emocional y física (y cómo está todo interrelacionado), muchas de las cuales tendrán respuestas profundas con muchos matices. Pero cuando se trata de la pregunta "¿Puede lo que comemos y bebemos afectar a nuestra salud mental?", sólo hay una respuesta: Un sí rotundo.
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